Yo fui feliz la temporada que estuvo de moda el Aserejé. Iba por las calles tarareando su genial letra Aserejé, ja deje tejebe tude jebere seiunouba majabi an de bugui an de buididipí. Pero dado que estoy en un ambiente donde se debe tener a puro tubo un buen gusto musical, no lo había dicho a nadie. No me gusta esa rola, es para gente que no sabe nada de música, es un insulto al buen gusto, mentía a mis amigos para que no me discriminaran. Estaba siendo vergonzosamente hipócrita para no perder la estima de los demás. Me he sentido cucaracha todo este tiempo.
Pero eso no es todo. También me gusta la Mesa que más aplauda. Es más, la considero la canción más imprescindible de los dos últimos años. Compré hace una semana el CD de Bailamos de Enrique Iglesias (porque se me arruinó el que tenía) y es el que cargo ahora en el carro. La Oreja de van Gogh me parece el mejor grupo español del momento. Creo que España puede estar orgullosa de sus cantantes populares, contrario a lo que dicen los críticos de música.
Yo sé que esto puede provocar que los visitantes que gentilmente visitan y comentan como un acto de caridad hacia este su pobre cuate necesitado de atención se sientan decepcionados y vuelvan ahora mismo a las páginas porno que generalmente visitan y que obviamente generan más placer que leer que soy un pusilánime que se avergüenza de su realidad. Es probable —y lo aceptaré si así sucede— que las estadísticas de visitas empiecen a descender vertiginosamente.
He creído pertinente, sin embargo, confesarlo públicamente.
Pero eso no es todo. También me gusta la Mesa que más aplauda. Es más, la considero la canción más imprescindible de los dos últimos años. Compré hace una semana el CD de Bailamos de Enrique Iglesias (porque se me arruinó el que tenía) y es el que cargo ahora en el carro. La Oreja de van Gogh me parece el mejor grupo español del momento. Creo que España puede estar orgullosa de sus cantantes populares, contrario a lo que dicen los críticos de música.
Yo sé que esto puede provocar que los visitantes que gentilmente visitan y comentan como un acto de caridad hacia este su pobre cuate necesitado de atención se sientan decepcionados y vuelvan ahora mismo a las páginas porno que generalmente visitan y que obviamente generan más placer que leer que soy un pusilánime que se avergüenza de su realidad. Es probable —y lo aceptaré si así sucede— que las estadísticas de visitas empiecen a descender vertiginosamente.
He creído pertinente, sin embargo, confesarlo públicamente.