Ya casi al final de la jornada en el turno del call center en el que trabajé por un par de meses, entró una llamada de una anciana de 80 años que había hecho una orden por error. Una llamada normal que venía justo después de que un energúmeno me gritara por una hora porque el regalo de su hijo había llegado un día tarde y eso había hecho llorar al pequeño.
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