Resulta que a veces te topás con que tenés dos opciones: la primera y la segunda. La primera es generalmente la más lógica, la que te aconsejan tus papás, la que acepta la sociedad hipócrita (valga la redundancia), la que va más a la segura, la que te causa menos incertidumbre. La segunda, en cambio, te ofrece más aventura, es algo más arriesgada, es la que no le gusta a tus papás ni a la sociedad, es la que yo no tomaría si fuera vos. Si tomás la primera opción, te arrepentirás de no haber probado la segunda, aún cuando te vaya bien. Si tomás la segunda, lo más seguro es que te vaya mal, y si te va mal te la vas a pasar echándote pestes por ser tan mula y no haber tomado la primera opción desde el principio. O sea, en conclusión, vos nunca vas a estar conforme, salvo que te vaya bien con la segunda opción.
Ester fue despedida por un error suyo en las cuentas que manejaba, error que despertó la desconfianza de su jefe y del dueño de la empresa. Ella sabía que era perfectamente comprensible porque su atenuante era demasiado inverosímil, aunque no por ello mentira. Su jefe la citó en su oficina y le explicó los motivos y hasta fue cortés y amable con ella, pero de todos modos no podía sentirse bien, quién puede en estos casos. Conteniendo las lágrimas salió de la oficina del jefe, arregló sus cosas delante de sus compañeros de trabajo y salió de la empresa. La tarde preciosa que la esperaba afuera le sirvió de consuelo, mientras en el camino a casa, en la misma camioneta 72 de todos los días, pensaba en quién diablos la iba a contratar ahora, la situación en Guatemala está jodida. Como siempre ha estado y estará.