Los bachilleres


Cuando estaba en primer año de bachillerato con el Dani y la Fabi nos íbamos a vagar todas tardes en el carro de aquel. Al Dani al nomás cumplir los dieciséis le habían dado su carro propio, y el carro cuando sos chavo no te sirve si no lo usás para chingar con los cuates. Antes de que le dieran el carro yo no salía mucho con ellos porque no quería hacer hacer mal tercio. El Dani y yo habíamos andado detrás de la Fabi y a ella le había gustado él, y yo como buen cuate pues me había hecho a un lado al principio. Pero los dos fueron tan insistentes que no pude decir que no. A veces pienso que mejor hubiera sido dejarlos solos.

Íbamos y salíamos juntos del colegio. Las tardes eran lo que más esperábamos porque íbamos a pasear por algún comercial, la Antigua o al cine. Algunas veces se nos pegaba la hermana de la Fabi, pero como esa chavita era mera caquera no siempre le gustaba. Si esa chava no fuera tan llena de babosadas hubiéramos andado en pareja y tal vez no hubiera sucedido lo que sucedió.

La Fabi era linda, tenía cabello castaño y era morena clara, tenía un su piercing en la nariz que le quedaba calidad. Era delgada pero con buenas curvas. Además era buena onda, sabía que era bonita, pero no por eso hacía malas caras cuando algún chavo se le acercaba. Eso sí, si querían algo más que amistad, decía que ella sólo era del Dani. Por ser así buena onda y linda, le cayeron un montón de declaraciones de amor, incluso de hombres grandes con buen billete. Pero ella nunca se metió a babosadas, aunque oportunidades no le faltaron.

Nuestro paseo preferido era Miraflores, entrábamos al museo al que nadie entra y mirábamos una y otra vez las vasijas y la tumba que hay allí. En el montículo que está adentro, hacíamos carreras con el Dani, y casi siempre ganaba aquel. La Fabi jugaba a ser una reina maya y nosotros con el Dani le seguíamos la corriente, nosotros éramos los súbditos. Los miércoles, aprovechando el dos por uno, entrábamos al cine. Después nos íbamos a comprar shucos enfrente del Tikal Futura y así nos la pasábamos. Terminábamos en la casa de la Fabi o la del Dani haciendo las tareas del día.

Siempre nuestros papás nos dieron mucha libertad mientras anduviéramos juntos. Al Dani le decían que si andaba conmigo se podía ir a tal o cual fiesta y hacían que yo llegara a su casa. Ellos vivían a unas cuadras de la mía. Al regreso siempre pedían que echáramos el aliento para ver si habíamos chupado, pero al Dani y a mí nunca nos agarró por el guaro porque nunca nos llamó la atención. Lo que nos gustaba era la mota.

Lo que no me gustaba era cuando aquellos dos se iban a enmotelar o a la casa de la Fabi y me dejaban en algún comercial o en el cine. Está bien, ellos que hagan lo que quieran, pensaba, pero yo hubiera preferido irme a mi casa. “Esperanos aquí un ratito”, decía la Fabi, y sin darme tiempo a responder, iban al parqueo y salían. Volvían un par de horas después. Al final terminé entendiendo cómo funcionaba la cosa y cuando me decía la Fabi que esperara un ratito, mejor agarraba camioneta y me iba a mi casa. La primera vez me llamaron al celular para ver dónde estaba. En mi casa, le contesté al Dani, y colgué. Muchas veces me tuve que regresar en camioneta a la casa porque aquellos se iban a coger.

La mota la conseguía el Dani con un su tío que había sido medio hippie, y que además tenía su propio cultivo. Nos juntábamos a fumar en la casa de la Fabi, que era la que se mantenía más sola. Nos relajábamos y empezábamos a reír como locos. Siempre reíamos porque nos llevábamos bien, pero con la mota eran risas extrañas. Al Dani se le achinaban los ojos cuando ya le hacía efecto y de eso siempre nos burlábamos con la Fabi. Le decíamos que de plano era un su antepasado chino el que lo poseía cuando fumaba mota.

Nunca nos costó sacar buenas notas en el colegio. Lo que nos jodía era tanta tarea que dejaban a veces. Pero si se trataba de exámenes, con unas cuantas leídas ya estábamos hechos. Sacábamos buenas notas, pero no éramos los primeros. Para ser los primeros hubiéramos tenido que estudiar más, y así no hubiera habido tiempo para todas las chingaderas que nos echábamos.

El 2007 fue sin duda uno de mis mejores años, porque todo ese año estuvimos juntos con la Fabi y el Dani. Eramos como hermanos, nos llamábamos todo el tiempo, chateábamos por internet y nos enviábamos mensajitos de celular. Aquellos dos estaban bien enamorados, y yo a veces me sentía de más, y aunque hubo un tiempo que me alejé de ellos por prudencia, igual me llamaban o me iban a buscar a mi casa. Así que decidí pasármela bien con ellos. En ocasiones conseguíamos alguna amiga que nos acompañara y en otras pocas la hermana de la Fabi, como conté antes, pero nunca logramos que se integrara alguien más, sólo nosotros sabíamos todos nuestros códigos, nunca hubo alguien que lograra entrar al grupo.

En las vacaciones del 2007, en noviembre y diciembre, nos separamos porque la Fabi no estaba. La mamá de la Fabi se la llevó a Costa Rica porque tenía un proyecto de trabajo allá, y aprovechando las vacaciones se la llevó. Nos contaba por el chat que se aburría un montón, que sólo cuando se juntaba con unas sus primas de allá se la pasaba bien. Nos extrañaba mucho, lástima que no se había quedado, hubieran sido unas buenas vacaciones.

Con la Fabi fuera de alcance el Dani y yo nos juntábamos, pero no era lo mismo. Así que en esas vacaciones le entramos más duro a la mota, y no sé si eso fue al fin lo que descompuso las cosas después. Los únicos momentos alegres de verdad era cuando chatéabamos con video con la Fabi. Nos poníamos a bailar y a hacer tonteras y ella se reía como loca.

La Fabi regresó para el inicio de clases en enero 2008. Los tres estábamos contentos de volver a armar el grupo y nos prometimos que haríamos más cosas que el año pasado. Las clases empezaron y volvimos a nuestra rutina de chingadera por las tardes, pero yo sentía que algo había cambiado y presentí que algo pasaría.

Recuerdo que fue una tarde de febrero, cuando estábamos fumando mota en la casa de la Fabi, que ella soltó una frase que se nunca se nos pudo borrar: “lástima que no me puedo casar con los dos”. Y ese fue el principio del fin. Al Dani rápido se le quitaron los ojos chinos y se puso furioso, gritó un montón de cosas que no recuerdo, tomó a la Fabi del brazo, salió con ella a la calle en el carro y me dijo a mí que me fuera a mi casa.

Por la noche la Fabi me llamó llorando y me pidió que fuera a su casa. No sé cómo me salí de la casa sin que me vieran, tomé un taxi y fui hasta la casa de la Fabi. Estaba sola. Me abrazó y me dijo que el Dani decía que ya no quería que me juntara con ellos, pero que ella no estaba de acuerdo. Y me empezó a besar y a besar y yo sentí como un mareo. Me llevó hasta su cuarto y ahí me tiró a la cama y me empezó a sacar la camisa. Yo no sabía qué hacer y pensaba en el Dani y en todas nuestras risas juntos los tres. Pero la calentura pudo más y entonces me dejé llevar, la Fabi siempre estuvo bien buena y yo siempre la había deseado. Cogimos dos veces esa noche, espectacularmente.

Regresé tarde a mi casa, con sentimientos encontrados. Tenía varias llamadas perdidas de mis papás y del Dani, había hecho bien al dejar el celular en mi cuarto. Me putearon como una hora, me dijeron que eso no se hacía, me prohibieron la tele y el internet y me quitaron el celular.

Al otro día en el colegio no vi ni a la Fabi ni al Dani. Llegaron al día siguiente, pero cambiaron sus lugares en el aula y ya nunca nos volvimos a sentar juntos. La Fabi me miró y me sonrió como pidiendo disculpas. Salvo asuntos obligatorios nunca nos volvimos a dirigir la palabra. Nos graduamos en octubre 2008 y no volvimos a comunicarnos más. Yo intenté hablar con el Dani, pero siempre me decía, yo con vos no tengo nada que hablar, cerote. La Fabi nunca me respondió el celular ni los emails. Todo el resto del año escolar fue una cruz pesada, era un ambiente muy tenso y hasta les supliqué a mis papás que me cambiaran de colegio, pero no me hicieron caso, no había razón para hacerlo, dijeron.

A la Fabi la vi en marzo de este 2009, iba con un su novio muy contenta, y por el carro y la vestimenta del tipo, parecía tener dinero. Me saludó, pero no se detuvo a platicar. Quise llamarla esa noche, pero me respondió un tipo diciendo que estaba equivocado.

Al Dani lo vi en abril en una fiesta rave, al principio se hizo el loco, pero después llegó conmigo y me dijo qué putas maldito, y acto seguido me pegó un puñetazo en el ojo derecho que me tumbó al suelo. Se fué de la fiesta sin decir palabra. Yo pasé con el ojo morado por casi dos semanas, y no sé si soy yo o de veras me pegó tan duro, porque todavía ahora que estamos a mediados de julio me sigue doliendo, y bastante.

José Joaquín

Soy José Joaquín y publico mis relatos breves en este sitio web desde 2004. ¡Muchas gracias por leer! Gracias a tus visitas este sitio puede existir.

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