Acoso en la oficina


Ya hace un par de años de esto, pero aún me sigue causando malestar lo que le hicieron a Paty en la oficina. Paty llegó de secretaria a la empresa en la que trabajo y su carácter poco social y algo tímido hizo que no encajara. Solo el jefe y yo nos acercábamos a su escritorio y a mí me pareció más bien una persona normal. El trabajo lo sacaba bien, recibía las llamadas, organizaba la ruta del mensajero y daba seguimiento a los clientes. Todo empezó cuando Pedro, el diseñador gráfico, la invitó a tomar un café. Ella no aceptó.

Según lo que me contó Paty después, Pedro no se mostró molesto y se despidió de ella por la tarde de forma normal. Al día siguiente, sin embargo, no la saludó al llegar. Ella pensó que sería pasajero, pero durante los siguientes días Pedro comenzó a burlarse de ella con los compañeros diciendo que si era gorda o que si era lesbiana, entre otras cosas. A veces yo les pedía que no siguieran, que era molesto. Se reían.

Me comencé a interesar más por Paty y comenzamos a almorzar juntos. Yo nunca tuve interés romántico en ella, pero me era agradable. Era la única de la oficina que leía libros y gracias a ella conocí a Alice Munro, una de las mejores cuentistas que yo haya leído. Así que había temas de conversación y el almuerzo era ameno.

Pedro y sus amigos comenzaron a molestarme con que yo era el novio y a reírse a mis espaldas. Durante algún tiempo la dejaron de molestar y hubo algo de calma en el ambiente.

En la oficina éramos quince personas. El negocio era diseño gráfico y web para grandes marcas. El grupo de Pedro, el mejor diseñador que teníamos, era de diez de esas quince personas. Sus diseños se pueden ver todavía en muchas vitrinas, calles y avenidas. Su talento lo hacía sentirse imprescindible. Sus mejores aliados eran Alan y Javier, programador web y asistente de contabilidad, respectivamente.

Un día de tantos a Javier se le perdió su tablet. Aprovecharon para armar escándalo y la primera señalada fue Paty. Alguien la había visto entrar a contabilidad y salir con un sobre, en ese sobre podría ir la tablet. Pedro la fue a confrontar y le exigieron que vaciara su bolsa y que mostrara las gavetas de su escritorio. Ese día no llegué a la oficina porque me tocó atender a un par de clientes.

Al día siguiente la tablet no aparecía y Paty llegó a encontrar condones inflados en su puesto de trabajo y un post-it que decía “idiota” en el monitor de su computadora. El jefe convocó a todos y les dijo que ese tipo de cosas era una falta de respeto no solo hacia Paty sino a toda la empresa. Al salir del trabajo en el parqueo Paty se encontró con una rosa negra en el parabrisas y una llanta pinchada. Rompió a llorar y así estaba cuando yo la encontré. La ayudé a cambiar la llanta.

—No les hagás caso, Paty, vos sos mejor que todos esos hijos de puta —le dije al despedirnos.

La tablet apareció dos días después, pero el acoso siguió y varias veces la vi llorar sobre su escritorio. Yo seguí almorzando con ella y también fui víctima de varias bromas pesadas, pero en menor proporción. A ella le robaban su almuerzo, le metían fotos porno en su computadora, le ponían post-its con insultos en su carro, la llamaban y colgaban.

Yo les reclamaba a todos y a Pedro, Alan y Javier en especial, pero todo mundo se hacía el desentendido. Con el jefe platicamos varias veces y yo le recomendaba deshacerse de Pedro, pero como era tan bueno en su trabajo, el jefe dudaba. Yo le decía que no podía ser el único bueno y que yo mismo ayudaría a encontrar a alguien. Él prefería despedir a Paty, y eso me hacía sentir mal.

Paty vivía sola en un edificio de apartamentos. Un día la siguieron después del trabajo y así supieron en dónde vivía. Me lo contó y le recomendé que renunciara. Me dijo que no podía porque debía dinero y no sabía cuánto tiempo se tardaría en conseguir otro empleo.

Todo estalló cuando la noche de un viernes Pedro junto a Alan y Javier fueron a su casa borrachos. No sabemos cómo ingresaron al edificio, pero golpeaban a su puerta como energúmenos. Paty me llamó como a las once de la noche y yo fui a ver qué pasaba. Pasé por el policía que cuidaba la oficina para que me acompañara. Al llegar los encontré bebiendo alcohol en la puerta del apartamento, riéndose. Javier tenía una pistola. Nadie les había pedido que se fueran, y la policía no llegaba.

Cuando llegué quisieron aparentar cordialidad, pero pronto se pusieron nerviosos y montoneros cuando les pedí que se fueran. En su borrachera decían que tenían que vengar el desaire a Pedro y del robo de la tablet de Javier. El policía privado que iba conmigo estaba muy nervioso.

No me di cuenta de cómo sucedió, pero Javier disparó el arma y yo sólo atiné a agacharme. Desde el suelo vi que había disparado contra la chapa de la puerta y que entraban al apartamento. Yo pensé que todo iba a acabar muy mal. La adrenalina me hizo entrar y luchar, pero a pesar de estar borrachos eran tres contra uno, y me redujeron. El policía que me acompañó solo miraba y después de unos instantes se fue.

La policía llegó justo a tiempo. Los arrestaron y se los llevaron. Por fortuna no habían llegado hasta el dormitorio de Paty y salvo la chapa de la puerta, no se había perdido nada material.

Al día siguiente la oficina parecía un funeral. Por supuesto, los tres acosadores quedaban fuera de la empresa, pero además el jefe despidió a otros cuatro que también habían participado en las bromas pesadas. Paty renunció y se fue a vivir con una tía. A los tres acosadores les dieron condenas de uno o dos años, no supe cuántos a cada quien.

Paty no había trabajado ni siquiera seis meses en la empresa.

Después del suceso se tuvo que subcontratar a otra empresa más pequeña para que se hiciera cargo de algunas cosas. Yo sigo trabajando aquí pero me prometí que si vuelvo a ver algo parecido -aún en contra del criterio jefe-, tengo que evitar que pase a más.

Cuando Paty llegó a la oficina por su cheque me dio las gracias por estar de su lado. Me regaló un libro de Alice Munro. Días después la llamé para saber cómo estaba, pero al parecer había cambiando su número. Intenté con el correo electrónico pero no recibí respuesta. También se había borrado de las redes sociales.

José Joaquín

Soy José Joaquín y publico mis relatos breves en este sitio web desde 2004. ¡Muchas gracias por leer! Gracias a tus visitas este sitio puede existir.

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