El empleado de centro comercial


Conseguí un empleo en un quiosco en el que se vendían celulares y accesorios. Era en un centro comercial de moda. Había rebotado de trabajo en trabajo haciendo lo que cayera. Cuando me dieron el empleo pensé que todo iba a ser de una manera muy diferente. En los centros comerciales todo parece muy bonito pero muchas veces por dentro está podrido.

Cuando empecé con el trabajo acababa de cumplir veintrés años. El comercial quedaba cerca de mi casa, me pagaban el salario mínimo. A veces. Charlie, el dueño del quiosco, era un tipo simpático pero era desobligado y distraído. Nunca tenía dinero para pagarme. A veces me tocaba esperar una semana para que me pagara el salario del mes, a veces incompleto. Eso sí, Charlie manejaba un carro del año y tenía siempre el último celular y la última tablet que habían salido al mercado.

Nunca fui un tipo luchador, así que aguanté en el empleo porque al fin y al cabo algo tarde pero llega el sueldo. Aprendí a manejar el dinero y el inventario de tal manera que yo mismo me adelantaba el dinero del sueldo y cuando llegaba el pago, lo reponía. Por último dejé de reponer el dinero, pero de eso todavía no hablaré.

Como cualquier empleo al principio era atractivo pero al poco tiempo ya era tedioso y parecía sin sentido. Es ridículo que la gente gaste tanto dinero en comprar y mantener un celular de moda y después no tenga para comprar comida o medicinas. Lo ví muchas veces. Recuerdo a una señora que llegó con fiebre y visiblemente enferma a comprar un estuche para iPhone. Me mostró la receta del doctor, no le alcanzaba para pagar la medicina, así que se gastaba el dinero en un estuche bonito para no sentirse tan mal.

En el mismo nivel en donde estaba mi quiosco había otro en el que vendían artículos de cuero. La encargada, María, se hizo amiga mía casi de inmediato. Yo le echaba un ojo a su local cuando iba al baño o a comer y ella hacía lo mismo conmigo. Ella era lo único bueno de tener ese trabajo.

El primer año fue particularmente sufrido con lo del pago. Charlie siempre me trataba bien, pero no me pagaba a tiempo. Su contador sí que me contaba las costillas. Cuando aún era nuevo y temía que me quitaran el empleo, pasaba días sin almorzar porque no tenía dinero. Iba al supermercado a comer de las degustaciones, pero no alcanzaba y no era de todos los días. María se daba cuenta y sin decirme nada me iba a dejar un pan con frijoles o una taza de café. Al poco tiempo ya estaba enamorado como un idiota de esa mujer.

María era dos años mayor que yo, algo regordeta pero con buenas curvas. Tenía una sonrisa muy agradable, que utilizaba como arma de venta. Le iba bien con eso. Su quiosco vendía bien, la dueña era una pariente suya y además estaba bien surtido y bien administrado. Era un verdadero negocio. Mi quiosco era un desastre y aparte de que no me pagaban a tiempo, no había renovación de producto y los clientes dejaban de preguntar por nuevos productos.

La administración del comercial era estricta. Cada cierto tiempo pasaban viendo que estuviéramos en nuestro lugar, que los quioscos estuvieran limpios y bien presentados, que no hubieran clientes desatendidos. A veces se les pasaba la mano. Llevaron casi a la humillación el regaño que le dieron a una mujer por abandonar su quiosco. Varios de los empleados intervenimos, porque lo que sucedía es que había enterrado a su padre el día anterior y de vez en cuando iba al baño a llorar. Tuvo que llegar al trabajo porque no había quien cubriera el negocio ese día.

Después del primer año en el empleo llegó un nuevo dueño que le quitó a Charlie el derecho del quiosco por una deuda que no le pagó. Con este sí había paga a tiempo, pero me trataba mal, me regañaba sin motivo y me descontaba dinero por cualquier cosa. Para ese entonces María me había rechazado varias veces.

María tenía un su novio del que estaba muy enamorada, pero que no la quería. Yo le decía que estaba perdiendo el tiempo con él, que yo la quería bien. Sin embargo yo para ella sólo era el mejor amigo. Como no tenía mayor cosa que hacer, insistí e insistí hasta que ella cayó. Al cumplir mi segundo aniversario en el trabajo ya éramos novios.

Después de haber tenido un año de estabilidad laboral y de al fin conseguirme una novia, el futuro parecía bueno. Pensábamos independizarnos y abrir un negocio propio. Hablábamos de planes y de futuros en donde estaríamos muy bien. Ahorramos durante un año pensando en casarnos. Así cumplí tres años en el quiosco y era feliz.

Luego todo se derrumbó. De nuevo cambió de dueño el quiosco y ahora volvió el Charlie, que había comprado de nuevo el derecho pero ahora ya no era amigable ni simpático, se había vuelto un tipo irascible y amargado. Volvieron de nuevo los atrasos en los pagos, el producto sin renovarse y los problemas.

Fue ahí en donde me dejé de preocupar por llevar bien las cuentas. Yo tenía mis planes y mis metas y no podía dejarlos aparte por un mal administrador. Junté dinero y renuncié y me cambié de empleo para otro comercial. Ahí se arruinó todo con María.

Le conté que que renunciaba, que ya no podía seguir en ese lugar. El error que cometí fue contarle que como no me pagaban, yo tomaba el dinero de las ventas y a veces tomaba un poco más. Su cara enamorada cambió totalmente después de hacerle tal confesión. Ella conocía al dueño, sabía cómo era y sabía lo que me tocaba pasar por su culpa. Pero nunca entendió que yo no robaba, que yo tomaba lo que me correspondía, y que si me hubiese tratado bien yo no tendría por qué haberlo hecho.

Poco a poco se fue distanciando hasta que un día que llegué a visitarla la encontré platicando con un tipo al que miraba como me había dejado de mirar a mí. No volví a llegar ni ella me volvió a llamar. Esa última vez que nos vimos fue como un rompimiento tácito, como un fin amistoso de contrato.

Sigo vendiendo celulares y accesorios en un quiosco de comercial. La paga no es tan mala, y si hay necesidad la complemento con maniobras de caja y de inventario, de tal manera que no se nota mucho y puedo continuar con el empleo. Estoy más gordo y ahora me emborracho siempre en los días libres. Me sigue pareciendo ridículo que la gente gaste tanto dinero en comprar y mantener un celular de moda.

José Joaquín

Soy José Joaquín y publico mis relatos breves en este sitio web desde 2004. ¡Muchas gracias por leer! Gracias a tus visitas este sitio puede existir.

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