El dejado


Cuando Adriana se fue me quedé con un proceso de duelo algo jodido. Ella se aburrió de mí y sin más me dejó una nota en la refrigeradora disculpándose y pidiendo que no la llamara, que ella iba a estar bien. El día anterior ella había comprado una pizza y habíamos visto el último episodio de una serie. Noté que estaba un poco rara, como medio triste. Fue su manera de despedirse, supongo.

Una cosa es lo que dice la realidad y otra lo que dice el corazón. Habíamos estado juntos por seis meses, cuando ella tuvo que desalojar el apartamento donde estaba porque su roomate había dejado de pagar. Le propuse que se viniera a mi casa, que tenía espacio libre. Yo ya tenía un año tratando de hacer que saliera conmigo, pero sin suerte. Le hice la propuesta sin mucha esperanza, pero no había que tenerle miedo al éxito. 

Después de una semana de estar con su mamá, con quien no se llevaba muy bien, me llamó y me dijo que se iba a mudar a mi casa pero que le cobrara alquiler, que no quería nada conmigo. Acepté con una gran sonrisa de oreja a oreja.

Yo trabajaba desde casa y ella tenía que ir a la oficina. Se iba antes de que yo despertara. Durante los primeros días estuvo algo fría, parca, no habló mucho. Me había pagado el mes adelantado, así que no estaba mal. Era ejemplar como roomate, yo era el desordenado. Por ella aprendí a ordenar mi casa mejor.

Poco a poco entramos más en confianza. Me contó lo mal que la había pasado después de la última ruptura con su novio. Hablábamos mucho. Un sábado en que ninguno de los dos salió nos pusimos a ver una serie en la tele y de repente nos besamos y luego seguimos en la cama. Yo era el más feliz del mundo. Adri, le dije, al fin caíste. Ella solo sonrió.

Durante unos meses fuimos pareja, y yo pensaba que todo estaba bien. Hasta que un día regresó del trabajo y apenas saludó y se encerró en su dormitorio. Pensé que solo estaba cansada o que había tenido un mal día. Creo haberla oído llorar. Al otro día, como de costumbre, se fue antes de que yo despertara. Le escribí al celular preguntando si estaba bien. Respondió que sí, pero sin dar detalles y sin responder a mi saludo por la tarde. 

Estuvo así por una semana, hasta que un día regresó contenta del trabajo y me había escrito para que no hiciera cena, que ella iba a traer algo. Fue como si todo comenzara de nuevo. No pregunté nada, no hice ninguna observación. Solo la pasé bien. Pasamos unas dos o semanas contentos.

Luego un fin de semana fue que ella trajo la pizza, vimos el último episodio de la serie y encontré esa nota en la refrigeradora. Me quedé sorprendido, no sabía qué pensar. Si estar triste porque me dejó, si estar molesto o si preocuparme por ella. Entendí que si la llamaba o le escribía igual no me iba a responder, y que de hacerlo sería molesta.

Al principio pensaba que iba a ser temporal, pero al pasar las semanas caí en la cuenta de que ella en realidad sí se había ido. Probablemente algún amor pasado la había contactado, o tal vez estaba depresiva. Quién sabe los motivos de los demás. 

Yo no podía dormir bien, constantemente pensaba en qué había hecho mal. Volví a mi desorden habitual. Empecé a bajar mi rendimiento en el trabajo, hasta que me llamaron la atención y me hicieron ir a la oficina. Creo que me hizo bien cambiar de ambiente. Un día escuché en la calle una canción que a Adriana le gustaba y por un momento volví a estar de buen ánimo.

Después me encontré con un video en el cual explicaban cómo usar una inteligencia artificial para generar nuevos audios en base a voces de personas reales. Tenía algunos audios que ella me enviaba por el chat y decidí usarlos en esa IA. Generé unos audios de Adriana diciendo buenos días y buenas noches. Inventé unos diálogos en donde ella me respondía como si estuviéramos en una conversación real. Incluso generé un audio de ella cantando para yo acompañarla con la guitarra.

Hacer eso me sirvió para estar de mejor ánimo y no sentirme tan solo. Sé que a alguno le puede parecer extraño o malo hacer eso, así que no se lo comenté a nadie en su momento. Logré mejorar mi rendimiento en el trabajo y me enviaron de nuevo a casa. Mi rutina era escuchar los audios de Adriana hechos por la IA por la mañana, al mediodía y en la noche. Por la mañana la Adriana de la IA me contaba si había dormido bien, al almuerzo hacíamos bromas sobre nuestros trabajos, y por la noche me contaba cómo había ido su día.

Varios meses después vi una película en la que había un personaje que hacía algo parecido ante una ruptura. Me sentí ridículo, y hasta triste. Maldecí haber visto esa película. la volví a pasar mal, pero borré los audios. Era momento de enfrentar la realidad tal cual era.

Me propuse aprender a tocar teclado como forma de hacer algo nuevo. Aunque tenía nociones de música por haber tocado mucho tiempo la guitarra, me sentía muy torpe al principio. Pero tras meses de práctica logré algunos avances. Incluso me integré a una banda que necesitaba un tecladista. En dos meses intensivos me aprendí el repertorio básico. A veces ensayaba tanto que me dolían los dedos de las manos. En las canciones que sufría más era en las que el teclado era el solista. Logré sentirme mejor.

Un par de años después me encontré con Adriana en un supermercado. Se me aceleró un poco el corazón, pero la saludé cordialmente y ella igual. Se miraba bien, había aumentado un poco de peso, pero siempre seguía delgada. Durante todo ese tiempo había pensado en si ella estaría bien, y al comprobar que sí, quedé aliviado. No platicamos mucho, pero me preguntó si mi teléfono era el mismo. 

Un par de días después me escribió diciendo que le había gustado verme, pero no quise contestarle, e incluso borré el mensaje. 

* * *

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José Joaquín

Soy José Joaquín y publico mis relatos breves en Anecdotario.net desde 2004. Visitas y comentarios son muy apreciados.

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